El Instituto de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús nace en Córdoba (Argentina) el 29 de septiembre de 1872. Fue el “sueño dorado” de su fundadora, la Beata Catalina de María Rodríguez. Ella recibió la inspiración de fundar una casa para ejercicios espirituales, construir una comunidad de señoras que la atendieran, instruir en la doctrina cristiana a los niños y recuperar a las mujeres en situación de vulnerabilidad.
Tras siete años de lucha, comienza la vida de esta nueva congregación bajo el lema “Amor y Reparación”, respondiendo a las necesidades concretas de su tiempo.
ACTUALMENTE DESARROLLAN DISTINTAS OBRAS
BIOGRAFÍA DE LA BEATA CATALINA DE MARÍA RODRÍGUEZ
Nace en Córdoba, el 27 de noviembre de 1823, hija de Hilario Rodríguez Orduña y Catalina Montenegro y Olmos; el mismo día es bautizada en la Iglesia Catedral con el nombre de Josefa Saturnina. Saturnina crece en un hogar profundamente cristiano siendo la tercera hija del matrimonio.
En Córdoba en el siglo XVIII la educación intelectual de la mujer consiste en leer, escribir, labores de aguja, y en el mejor de los casos, la educación musical y rudimentos de francés, los que recibe Saturnina. Sin embargo, obtiene una abundante enseñanza en nociones religiosas, el catecismo, el aprendizaje de las tareas del hogar.
A los 17 años hace sus primeros ejercicios espirituales dirigida por los Jesuitas y allí descubre su vocación de consagrar su vida a Dios. No puede realizarla entonces, porque en Argentina y sus alrededores solo había conventos de clausura. Se dedica a promover y sostener la obra de los Ejercicios Espirituales.
El 14 de agosto de 1852 contrae matrimonio con el coronel Manuel Antonio Zavalía, viudo y con dos hijos pequeños, quienes la quisieron a Catalina como a una verdadera madre; vocación que también se convierte para Catalina en una oportunidad para el apostolado y la caridad.
Se van a vivir a Paraná, en esta ciudad tienen una hija Catalina que muere al nacer, tiempo después regresan a Córdoba. Cuando llevaban 13 años casados, queda viuda, el 30 de marzo de 1865. La muerte de Zavalía la deja libre para seguir su primera vocación que renace con mayor vehemencia y surge su “Sueño Dorado”.
Después de siete años de muchas pruebas y dificultades, bajo la dirección del canónigo doctor David Luque y el Padre José María Bustamante, sj., el 29 de septiembre de 1872, se funda el Instituto de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús, primer Instituto de vida apostólica en Argentina. El 8 de diciembre de 1875 pronuncia junto a nueve Hermanas, los Votos de Profesión Religiosa y ella toma el nombre de Catalina de María.
El Instituto tiene como misión propagar el culto al Corazón de Jesús y la evangelización, que hasta nuestros días se realiza en obras como la educación (colegios), espiritualidad (Casas de Ejercicios Espirituales), atención a niños y adolescentes en riesgo (Hogares) y Centros de misión.
En 1880, a petición del Santo José Gabriel del Rosario Brochero, 16 Hermanas cruzan las Sierras Grandes a caballo para atender la Casa de Ejercicios y el Colegio de Niñas. El “Sueño Dorado” de Catalina se transformó en un Vuelo sin Fronteras constituyendo una Gran Familia con el carisma propio del amor y la reparación.
Con la aparición de la obra de la Beata Catalina de María se pone de manifiesto una nueva forma de evangelización, que viene a solucionar la educación de la mujer y el problema del vacío que la ausencia de Institutos Religiosos de vida activa reclamaba urgentemente llenar.
Muere el 5 de abril de 1896, domingo de Pascua. El 18 de diciembre de 1997, el Papa san Juan Pablo II declara que sus virtudes han sido heroicas y que merece el título de Venerable.
El 4 de mayo de 2017, el Papa Francisco I autoriza la publicación del Decreto de Beatificación en el Boletín Vaticano. El 25 de noviembre se lleva a cabo la Beatificación y se anuncia que la fiesta litúrgica de Beata Catalina de María se celebra el 27 de noviembre.
Catalina de María Rodríguez una mujer apasionada por el Corazón de Jesús y por la Humanidad. “Ferviente en el espíritu, sirvió al Señor, alegre en la esperanza, fuerte en la tribulación, perseverante en la oración, solícita a las necesidades de sus hermanos” (Cf. Rom. 12, 11-13).